lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Porqué el blanco?

¿Porqué el blanco?

fuente: http://blog.3presupuestos.com/el-blanco-para-reforma-tu-casa/


 En los campos de la arquitectura y el diseño, el color juega un papel fundamental e imprescindible ya que constituye una de las herramientas más valiosas.

Un color es capaz de comunicar un estado de ánimo, puede expresar lo alegre y lo triste, lo exaltado y lo tranquilo, consigue transmitir sentimientos, todos hemos experimentado esa sensación de frío al entrar en una habitación teñida de azul o el calor de un cuarto de paredes rojas. El color nos estimula o nos apaga, nos proporciona información. No es casualidad la franja azul que aparece en nuestros grifos y nos advierte de que al girar el mando hacia su lado el agua saldrá fría y hacia su opuesto saldrá caliente, al contrario, nos lo está poniendo fácil, podemos obviar nuestra decisión tan sólo mirando a la manija, es inmediato.

Infinidad de adjetivos asaltan nuestra cabeza cuando pensamos en cómo describir el color blanco. Puede que un comienzo adecuado sea entender el porqué lo elegimos para ciertas cosas y cuáles son esas cosas, os animo a ello. Sigue leyendo... 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Arquitectos(as) y nuestro derecho al fracaso.

Arquitectos(as) y nuestro derecho al fracaso.

fuente: http://www.plataformaarquitectura.cl/cl/02-351530/arquitectos-as-y-nuestro-derecho-al-fracaso


 
Con o sin crisis, la pregunta es inevitable para los arquitectos: “Y después del título, ¿ahora qué?”. Dominado por esa duda existencial, hace dos años el entonces recién titulado arquitecto español Pedro Hernández resumía el futuro de sus colegas en tres posibilidades: becarse, emigrar a otras burbujas inmobiliarias o reinventarse. Y a miles de kilómetros en el hemisferio sur, la polifacética arquitecta chilena, Valentina Rozas, confesaba en una entrevista que “hay cosas que me interesan, voy a ellas y no funcionan. Es parte de las oportunidades que tengo ahora de poder fracasar. Creo que hay que darse espacio para poder fracasar o renunciar”.

Centrémonos en esto último después del salto.

Hace ya algunos años, circulan tres cifras encadenadas que causan preocupación entre arquitectos y estudiantes chilenos: anualmente, 48 escuelas de arquitectura matriculan a 3.500 estudiantes y titulan a 1.400 colegas, en un mercado totalmente saturado. El futuro se ve oscuro, las prácticas profesionales deprimen y entre los ya titulados, todos conocemos bien a esas oficinas explotadoras que no sólo no contratan a sus empleados (ni cotizan ni cuentan con seguro médico, y claro, ruegan por no sufrir accidente alguno), sino que también los hacen trabajar mucho más de lo acordado y con escuálidos sueldos para un gremio que vio días mejores. Sin embargo, en la universidad hablar de dinero en taller -o de clientes de carne y hueso- resulta ser un tema tabú. ¡Estudiantes, que el dinero no ensucie la belleza de la disciplina!, te dicen. Y claro, no sólo no la ensucia, sino que llegamos al punto en que muchos ni siquiera saben cuánto cobrar por un plano, ni menos por un proyecto.

En España, la llamada generación mileurista de arquitectos se ha reinventado por las buenas o por las malas a raíz de la Gran Recesión que devora lenta y dolorosamente a la península hace ya seis años. Ante tanta amargura, la buena nueva es que, tal como ocurre con la revolución de los 390 (y sumando) medios lanzados por periodistas en España desde la explosión de la crisis, cientos de arquitectos jóvenes han protagonizado el florecimiento de un sinnúmero de colectivos, oficinas y reinvenciones disciplinarias internacionales, como una veraniega y fresca brisa en un país hundido por la recesión -paradójicamente- por la especulación inmobiliaria.


 
Ahora bien, con o sin crisis, en España o fuera de ella, la pregunta es inevitable para los arquitectos: “y después del proyecto de título (PFC), ¿ahora qué?”. Dominado por esa duda existencial, hace dos años el entonces recién titulado arquitecto español Pedro Hernández resumió el futuro de sus colegas en tres posibilidades: becarse, emigrar a otras burbujas inmobiliarias o reinventarse. Y a miles de kilómetros en el hemisferio sur, la polifacética arquitecta chilena, Valentina Rozas, confesaba en una entrevista con quien suscribe este líneas que “a veces también doy palos de ciego: hay cosas que me interesan, voy a ellas y no funcionan. Es parte de las oportunidades que tengo ahora de poder fracasar. Creo que hay que darse espacio para poder fracasar o renunciar”.

Centrémonos en esto último.


El poder fracasar -aunque suene sarcástico en días tan duros- podría ser un derecho inalienable del arquitecto, pero consideremos que el fracaso sigue siendo socialmente muy castigado en las culturas latinoamericanas. No es visto como un momento de reflexión (“¿por qué fallé?”), sino simplemente como un error (“Fallé”), a diferencia de Japón en donde el fracaso se reparte entre amigos, compañeros de trabajo o familia y se anima a seguir perseverando (“ganbarimasu!”) o en EE.UU. donde incluso adquiere un valor positivo (con ínfulas de heroísmo) por entenderlo como un método empírico de aprendizaje.
Curioso el contraste de culturas, pues el arquitecto –sea de donde sea- desarrolla a lo largo de su carrera una alta resistencia al fracaso desde el primer día de clases (si es que no lo desarrolló antes): el rechazo de taller, el rechazo del concepto, el rechazo de la propuesta. Replantéalo. Busca referentes. Dale una vuelta. El no, y mil veces no. El encaje forzado de miles de estudiantes con diversas inquietudes en un perfil de egreso exitista y monotemático, en el cual todos podemos elegir el enfoque de nuestro interés, siempre y cuando sea el mismo, parafraseando a Henry Ford. En fin, esa resistencia al fracaso de parte de nuestras arquitectas y arquitectos es vista pocas veces como una fortaleza o una lección; en muchas, es una cruz cargada al hombro, mas puede resultar fundamental en la reinvención del profesional en años de saturación, crisis económicas, malas prácticas y banderas propias.

Interdisciplinariedad, creatividad, autoencargos, resistencia y temporalidad. Una base fundamental entre quienes se han dedicado (o quieren) hacer las cosas a su manera. Y seguir sacrificándose por lo que vale la pena en tiempos de incertidumbre. Existen ejemplos del área que les apetezca: el taller ATEA del colectivo mexicano SomosMexas, la Galería de Magdalena en Madrid, la oficina chilena GT2P, la oficina española de ecomódulos Ecospace, la plataforma multidisciplinar Zuloark, la productora madrileña Solita Films y el Centro de Arquitectura Contemporánea (GAC) en Santiago de Chile. Estos no solo dan cuenta de la existencia de un batallón de ideas propias materializadas con sudor y lágrimas, sino también la posibilidad de expandir las fronteras aparentemente tan fortificadas de la arquitectura. Y mejor aún, la posibilidad de sumar voces a la arquitectura desde el Sur Global: latinos, africanos, asiáticos y oceánicos.


 
Pero claro, levantar la bandera de la vocación es muy cómodo si no hemos pensado (o no necesitamos pensar) en cómo llegar a fin de mes. Eso sí, nadie dijo que no hay que seguir haciendo sacrificios. Esto pasa hasta en las mejores familias: cierto arquitecto dueño de una oficina me confesaba que el embarcarse en un proyecto así es asumir que la quiebra económica sería una constante. Y si de esfuerzo hablamos, los integrantes del colectivo Somosmexas se las ingenian para compatibilizar el amor por sus actividades los fines de semana con la obligación de llegar a fin de mes, sin que ATEA, al menos, no les genere pérdidas. Mientras tanto, algunos arquitectos, oficinas y colectivos han recurrido al crowdfunding, donaciones y presentación de autoencargos a privados.

A otra escala, el japonés Shigeru Ban -recientemente premiado Pritzker 2014- comenzó a trabajar junto a la ONU y a forjar su labor humanitaria, luego de revisar fotografías de los refugios construidos por la organización internacional en Ruanda cuando él tenía 37 años: “Los tutsis se congelaban […] Viajé hasta las oficinas de la ONU en Ginebra sintiéndome como un vendedor cargando con una tienda de campaña”, bromeó en entrevista a El País y su apuesta de bajo presupuesto, pulcra planificación, rápida construcción y sólida sensibilidad valió el visto bueno del arquitecto a cargo. El resto es historia.

En resumidas cuentas, y a pesar de las constantes subidas y bajadas de la montaña rusa de la economía, una carrera de tan amplio impacto como la arquitectura exige tanta creatividad, compromiso, profesionalismo, entusiasmo y arrojo que todo lo aprendido nos deja una lección clara: cuando se sabe lo que se quiere, no hay nada tan duro como no intentarlo.
Llámenlo el derecho al fracaso.


 

lunes, 22 de septiembre de 2014

El Campo de La Cebada


fuente: http://www.madridactual.es/20130527525104/el-campo-de-cebada-pasado-presente-y-futuro 

de interés:
http://elcampodecebada.org/
http://www.zuloark.com/ 
http://www.boamistura.com/
http://basurama.org/
http://www.exyzt.org/


Julio de 1870. Se coloca la primera piedra del Mercado de la Cebada, una de las primeras estructuras de hierro levantadas en Madrid junto al de Mostenses, dos espacios que se explotaron por una compañía extranjera hasta que, finalmente, el municipio los adquirió. Pero hay que echar la vista atrás para encontrarse con sus orígenes. Fue en el siglo XV cuando surgió un espacio vacío, la conocida como Plaza de la Cebada, un descampado en los extramuros de la Puerta de Moros, uno de los pórticos de la antigua muralla cristiana de Madrid, que daba acceso al sur y al barrio de la morería.

Las grandes actividades comerciales, los cereales, las legumbres, los puestos de venta improvisados y el trueque como protagonistas aparecieron en el siglo XVI, una vez formada la plaza y usada ya como mercado. Madrid, caracterizada en esa época por ser un lugar agrícola, hizo de él uno de los centros económicos más importantes de las ciudad hasta pasado el siglo XIX.

¿Y por qué llamarla Cebada? La historia afirma que allí se separaba la cebada de los caballos del rey de la que se destinaba a la de los regimientos de caballería. Eran los labradores quienes la llevaban hasta allí para venderla. Pero este espacio también fue testigo de las ejecuciones del siglo XIX, como el famoso bandolero de Lavapiés Luis Candelas, asesinado con el Garrote Vil en 1837 y que, por casualidades de la vida, ahora existe muy cerca de aquí un mesón con su nombre, 'Las cuevas de Luis Candelas'. 

 Los dos mercados de La Cebada 

Hasta que se construyó un espacio cerrado, los cajones y el aire libre fueron unidos de la mano para la venta de los productos. Pero la modernidad que llegó a la ciudad y la necesidad de mejorar la higiene marcó un antes y un después. Buen reflejo de ello fue la gran estructura de hierro y cristal que se levantó en 1870 con el arquitecto Mariano Calvo Pereira al frente y siguiendo el modelo de Les Halles en París. Se inauguró en 1875 por el rey Alfonso XII con las frutas y las hortalizas como elementos principales y ventas al por mayor y menor.

 


Su duración en el tiempo no fue como se esperaba. La iglesia de Santa María de Gracia anexa al mercado fue destruida en 1903, provocando la aparición de un solar que en los años 50 se utilizó para ampliar el espacio de venta al público. Lo que podía parecer una mejora se convirtió en una ofensa al hierro cuando éste también fue derruido y sustituido por uno de hormigón. Fue en 1956 cuando Joaquín Campos Pareja, concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Madrid, dio un golpe en la mesa y tomó la decisión de que el hierro acabara por los suelos dos años después. En 1962 se inauguró el nuevo mercado que hasta los años 80 tuvo una gran época de esplendor.

Fue el 17 de julio de 1968 cuando se ocupó el último trozo libre de la plaza con la construcción de un edificio anexo al Mercado de la Cebada, el Polideportivo de La Latina. 'Hoy serán inaugurados cuatro complejos polideportivos municipales en barriadas populosas' anunciaba las páginas del periódico ABC junto al de Carabanchel, Casa de Campo y Vallecas. El de La Latina aparecía descrito como un centro deportivo con piscina cubierta de 25x12 para uso deportivo y de competición, un gimnasio, un solárium con arena de río "aislado por una pantalla de chopos" y campo de baloncesto y pista de patines que se completarían con bolera, sala de esgrima y casas de baños. 

Fin del tradicionalismo  

Año 1980. Con las influencias extranjeras, llega a Madrid un nuevo concepto de compra y venta de alimentos. Supermercados e hipermercados empiezan a atraer a las clientelas que durante siglos habían acudido a los mercados de 'toda la vida'. Puestos que habían pasado de generación en generación se fueron apagando por la falta de ventas sin conseguir una vuelta al estrellato. 

En 2009, a pesar de las largas listas de espera al Polideportivo de La Latina (una instalación escasa por la zona) la empresa constructora COARSA puso punto y final a su existencia. Durante la primera quincena del mes de agosto, se comenzaron las tareas de derribo y en sólo dos semanas, 41 años desparecieron.

Pero fue tres años antes cuando el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, anunció un concurso internacional para remodelar la plaza dentro del Plan de Revitalización del Centro Urbano. Manifestó que el mercado contaba con deficiencias por lo que se necesitaba una inversión para mejorar sus instalaciones, además de tener en cuenta que el 50% de sus puestos habían dejado de funcionar de manera de comercial. Lo mismo se pensaba del Polideportivo. El hecho de no ofrecer "unos servicios satisfactorios" y un "correcto cumplimiento de las normativas vigentes", llevaron a su derrumbamiento.

Dos hechos que marcaron un antes y un después para el futuro de la plaza, aunque se aseguró que se iban a mantener los usos comerciales y deportivos en la plaza, algo que no se cumplió del todo.

Solar vacío, ideas para llenarlo: El Campo de Cebada

El retraso de las obras por una falta de financiación municipal que acabaron reconociendo en 2010 hizo que las perspectivas de futuro quedaran paralizadas. La Noche en Blanco de ese año fue comisionada por el colectivo de arquitectos madrileños Basurama dedicado al reciclaje y los proyectos sociales. Gracias a ellos, el grupo francés eXYZt viajó hasta Madrid para realizar una instalación en La Cebada con el Ayuntamiento y la empresa privada Mahou a su lado. Más de una noche se pudo disfrutar de una isla tropical con piscina, cine de verano, talleres infantiles. Pero como todo lo que empieza, debe acabar, eXYZt se marchó y llegó el momento de actuar.
 
Comenzó un diálogo entre los vecinos para luchar por aquello que se extendió durante un mes, se repitiera más veces, por reclamar un espacio público que estaba vacío. El grupo de arquitectos Zuloark se sumó al proyecto y con una idea creada mantuvieron una reunión con Hacienda, Participación Ciudadana y la Concejalía del Distrito Centro. Finalmente, en febrero de 2011, el Ayuntamiento cedió a las demandas y así nació el Campo de Cebada.

Cine, teatro, huerto; muros que cada vez son más demandados para pintar en ellos porque la ilegalidad de hacerlo en la calle les hace más atractivos, muros que cada 6 meses se renuevan con nuevos artistas y que tienen lista de espera, muros donde lo importante no es la calidad estética y que artistas tan conocidos como Blue han dejado su huella en ellos, son algunas de las muchas actividades que han nacido en el Campo de Cebada gracias a los vecinos que forman parte de este proyecto.


 José Luis, uno de los encargados de la gestión del huerto, afirma que "se pueden sumar asociaciones y se puede venir con propuestas nuevas". Todo se debate en asamblea donde se consensa y "normalmente, se acoge a todo el mundo que quiere venir a colaborar". Aunque cuando se habla de que vengan empresas privadas, surgen mayores dilemas. 

Jacobo, un joven de 20 años que comenzó en esto a los 17 años, habla de las reticencias de algunos vecinos, pero confirma que "lo que no quieren es que el campo se convierta en un escaparate". Aunque tal y como explica Beatriz, otra de las colaboradoras, "los impedimentos son que no se cobre entrada, sean actividades gratuitas y que no se hagan cosas que molesten a los vecinos". Y es que la primera norma del campo es que "no se puede molestar a los vecinos, sobre todo a los de la primera fila", tal y como explica Luis, un arquitecto que lleva desde los inicios en el Campo.


 El día del inicio del movimiento 15-M en 2011, el Campo de Cebada celebró el que fue su primera actividad programada, un concierto. Luis habla de que éste no es un espacio "apolítico, pero las opiniones de carácter político se debaten en los foros para ello y por eso hay otros foros donde se deja de lado la política"



El futuro del Campo de Cebada

Los arquitectos Carlos Rubio Carvajal y Enrique Álvarez-Sala fueron los ganadores del concurso de 2007  para llevar a cabo el proyecto de explotación de la zona, un hecho que genera distintas opiniones. Tal y como explica Jacobo, "lo más guay es que en el propio Campo los usuarios son muy variopintos". Mirando hacia el futuro, este joven habla de que "la permanencia del Campo de Cebada consiste en no ser permanente físicamente, sino ser permanente en cualquier plaza". Al igual que Luis, habla de que esto sea un modelo replicable "en otras plazas de Madrid".

Ya se han puesto en contacto con los ganadores del proyecto y ellos están interesados en integrar lo que ahora ocurre en el campo de Cebada con el objetivo del futuro. Para muchos vecinos como Cayetana, que ha acudido en dos ocasiones con su hija de cuatro años, "sería una faena que esto desapareciera con las pocas facilidades que tiene el distrito centro de encontrar espacios para los niños".

El papel del Campo de Cebada ha destacado tanto que recientemente han recibido el premio Nica de Oro 2013 del festival Ars Electrónica en la categoría de Comunidades Digitales. Este lunes el proyecto de remodelación pasará al Pleno Municipal para la modificación de su Plan General. Después, será la Comunidad de Madrid quien lo apruebe definitivamente y ahí se llevará a cabo el concurso para la ejecución del proyecto. No se sabe cuánto tiempo pasará ni cuál es el futuro del Campo de Cebada. Pero sus vecinos lucharon en su momento por la defensa de lo público y hay incluso alguna persona cuya vida le ha cambiado con el Campo de Cebada.

martes, 3 de junio de 2014

Paul Jackson Pollock





"Mi pintura no procede del caballete. Por lo general, apenas tenso la tela antes de empezar, y, en su lugar, prefiero colocarla directamente en la pared o encima del suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo es donde me siento más cómodo, más cercano a la pintura, y con mayor capacidad para participar en ella, ya que puedo caminar alrededor de la tela, trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados e introducirme literalmente dentro del cuadro. Se trata de un método similar al de los pintores de arena de los pueblos indios del oeste. Por eso, intento mantenerme al margen de los instrumentos tradicionales, como el caballete, la paleta y los pinceles. Prefiero los palos, las espátulas y la pintura fluida que gotea y se escurre, e incluso un empaste espeso a base de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Sólo después de una especie de período «de acostumbramiento» ver, en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc., pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien..."




 

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